Ensayo Periodístico Nº2 Victoria Rosetti Garro


Casos Venezuela y Honduras

Receta para un perfecto Golpe de Estado


Por más que nos pese, hablar de golpes de Estado en América Latina no es una vieja historia. A través de los años, se han sucedido aleatoriamente tanto gobiernos democráticos como dictatoriales en todos y cada uno de los países latinoamericanos. Tomando como ejemplo los casos de Venezuela y Honduras, la propuesta es dilucidar algunas particularidades que comparten ambos golpes.



Los hechos

República Bolivariana de Venezuela, abril de 2002. El 12 de abril el presidente legítimamente electo en 1998, Hugo Chávez, sufrió el primer Golpe de Estado del siglo XXI. Este atentado contra la constitucionalidad, tuvo como principal responsable a Fedecámaras, importante organización patronal del país. Cómplices, los medios de comunicación privados anunciaron que Chávez había renunciado a su cargo y que Pedro Carmona Estanga, empresario y presidente de la federación patronal hasta ese momento, asumiría la conducción del país. Entre los que apoyaron el golpe estuvieron: sectores militares, cívicos y económicos opositores al chavismo, la Iglesia, los medios de comunicación privados y altos funcionarios del presidente norteamericano George W. Bush.


República de Honduras, junio de 2009. El 28 de junio, el también legítimo presidente electo en 2005, Manuel Zelaya, fue forzado a abandonar el palacio presidencial por un grupo de militares golpistas y trasladado a Costa Rica. La nueva conducción del país la asumió el empresario y presidente del Congreso, Roberto Micheletti. Medios, Iglesia, militares y grupos de extrema derecha de los Estados Unidos, fueron coautores y partícipes de este atentado contra Zelaya.


En el caso de Venezuela, los problemas comenzaron cuando en noviembre de 2001, Chávez aprobó un paquete de leyes que reivindicaban los derechos del pueblo venezolano en sectores críticos como el agrario, el pesquero y el energético. El contenido de esas leyes enfureció al sector empresarial que no se vio beneficiado con la nueva legislación, y organizó un paro patronal con el apoyo de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV). La situación empeoró cuando altos ejecutivos de Petróleos de Venezuela SA (PDVSA), se negaron a reconocer la nueva Junta Directiva que el gobierno había designado por ley. A partir de entonces, una serie paros y huelgas desembocaron en los trágicos sucesos de abril de 2002.


Los problemas para Manuel Zelaya, comenzaron cuando este hondureño de familia acomodada y con formación elitista y refinada, inició políticas de gobierno que ya no favorecieron a los pequeños y poderosas grupos que monopolizan el 90 por ciento de las riquezas del país, sino que atendieron a las necesidades más urgentes del pueblo. La gota que derramó el vaso, fue la intensión del gobierno de agregar una urna más en las elecciones del 28 de junio, con el objetivo de consultarle a la población sobre convocar a una Asamblea General Constituyente. El porqué de la Asamblea sería tratar una futura reforma de la Constitución. Esto, sumado al acercamiento que estaba mostrando Zelaya con el presidente venezolano y su Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe (ALBA), hizo que por séptima vez se rompiera con un gobierno democrático en la República de Honduras.



Qué no le puede faltar a un golpe de estado en Latinoamérica

Aunque los desencadenantes para la transgresión de los derechos constitucionales difieran, es fácil vislumbrar las similitudes existentes entre los actores políticos participantes, los intereses económicos que se persiguen, la injerencia extranjera con clara inclinación a favorecer sus negocios en la región y, como siempre en estos casos, el eterno perdedor en esta puja incesante de poderes: el pueblo. Esto sucedió con Hugo Chávez en la Venezuela de 2002 y con Manuel Zelaya en la Honduras de nuestros días.


Pasando en limpio, acá les dejo la receta para preparar un perfecto golpe de estado en nuestra América Latina: adquiera un presidente electo y fuércelo a abandonar su legítimo cargo; agréguele una pizca de empresario con gran poder económico e influencia política dispuesto a autoproclamarse como nuevo primer mandatario; asegúrese de sazonar con bastante apoyo norteamericano y una buena porción de militares; mezcle discursos de legalidad y democratización, a gusto; espolvoree con la bendición de los sectores conservadores y eclesiásticos; como consejo, nunca olvide que es de vital importancia para su preparado, que lo que esté haciendo sea de gusto y agrado del paladar de los medios masivos de comunicación, así logrará mayor consenso entre los comensales y su éxito estará garantizado. Por último, una vez obtenida la masa (el descontento popular necesario y el apoyo económico-político suficiente), usted obtendrá un país democrático herido de muerte ¡listo para hornear!, es decir, ¡listo para golpear!



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