Ensayo Periodístico - Ana Paula Carreras


HONDURAS: Entre el dominio y la resistencia




A casi tres meses del atentado contra la democracia ocurrido en Honduras, un pueblo de pie sigue resistiendo entre violencia y represión, reclamando cambios en la estructura, luchando a favor de la restauración del orden constitucional legítimo. Y, en medio de ello, una historia que se repite, la de un país pobre signado por la dependencia.

Honduras, país al que las estadísticas de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) calificaban ya en 2007 como uno de los más injustos del mundo, con un 63% de habitantes pobres, entre los cuales el 45% son indigentes y más de la mitad de los niños entre tres y cinco años sufren de desnutrición severa, es un país que históricamente se ha visto sumido en la dependencia externa.

Más allá de los miles de kilómetros cuadrados de planicies fértiles y la abundante riqueza minera que caracterizan al suelo hondureño, su economía depende casi absolutamente de Estados Unidos, a quien le exporta el 70% de su producción, y de quien recibe la mitad de sus importaciones. La subordinación colonial que siempre fue beneficiosa para la elite hondureña, ha marcado la historia del país. Primero con España, luego con México y entrado ya el siglo XIX, con el poderoso imperio norteamericano. Los datos económicos no están demás cuando se piensa en los motivos que trajeron una vez más un golpe al gobierno. ¿Alentado por quién? ¿Repudiado por cuántos? ¿En beneficio de quién? Una serie de mitos y presuposiciones en torno a esas cuestiones abundan circulando en los medios de comunicación y dividiendo las aguas.

Revisando la historia, podríamos recordar que en las décadas de los ‘50, ‘60 y ’70 se sucedieron las dictaduras y los golpes de Estado en Honduras. Con el actual episodio, ya son siete los golpes que en los últimos 50 años han sacudido duramente al país. Pero el reciente suceso iniciado el 28 de junio de este año, tiene una visible e importante diferencia con sus seis precedentes: la unanimidad del rechazo y la particularidad de que contrariamente a los casos anteriores los militares no han conservado el poder tras el golpe, mientras que ahora han permitido que Micheletti sea investido. Es el único golpe donde el derrocado es sustituido por un civil. Sin grandes analogías, esto lo hace diferente pero se suma a la cantidad lamentable de asaltos al poder que ha sufrido un continente cargado de esa siniestra experiencia.

La caída de Zelaya dio pie para leer entre líneas algunos aspectos que hasta hoy pocos resaltaban. Vaya paradoja, ante la serie de golpes acontecidos en la región, Latinoamérica permanecía “callada” o sólo se limitaba a clamar por el “regreso al orden”, ahora ese papel tuvo un giro interesante, donde Estados Unidos se manifestó en contra de lo ocurrido. El mismo Obama consideró “ilegal” la medida y demandó la vuelta de Zelaya al poder. Pero como la historia lo demuestra, siempre hay una intención estratégica para los norteamericanos, dicho sea de paso, envueltos siempre en los golpes ocurridos en Centroamérica y responsables además de conducir a Honduras al tan humillante título de “país bananero”.

La poderosa potencia mundial se defiende alegando que posee casi 600 soldados alistados en una base en Honduras donde llevan a cabo labores humanitarias y acciones destinadas a combatir el narcotráfico, por lo que el país negó rotundamente estar involucrado en el asunto. Pero Obama llegó tarde para recordar que a fines del siglo XIX, Estados Unidos envió en varias oportunidades buques de guerra a puertos hondureños, y en las primeras treinta décadas del XX invadió el país temporalmente. Luego llegó United Fruit, corporación que le facilitó las cosas para controlar las políticas de gobierno y manejarlas según su conveniencia.

Honduras está saturado, colmado de desigualdades, y el cambio debe ser estructural. El pueblo continúa reclamando no sólo la reinstauración de la democracia, sino que además todo lo acontecido hace oír la voz de quienes cansados de tanta represión y dominio, dicen basta no sólo a la violencia y a la toma arbitraria del poder, sino también a un sistema marcado por la lógica capitalista que los conduce, como a otros tantos pueblos latinoamericanos, a vivir bajo la sombra de la dependencia. Aunque siga siendo duramente golpeado y la paz continúe viéndose amenazada, Honduras sigue siendo además, un país al que la fuerza del pueblo lo sigue sacando a flote.

Ana Paula Carreras


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